El visor accesorio Visoflex de las cámaras Leica M


Supongo que por decisión del algoritmo, Facebook me mostró hace unos días unas imágenes subidas por el usuario Otohiko al grupo Leica III User Group. En ellas aparecea un cuerpo de Leica M3 con el accesorio Visoflex. Este accesorio consistía en una caja de espejo retráctil y un pentaprisma similar al de las cámaras SLR, que permitía “convertir” en reflex los cuerpos rangefinder de la serie M de Leica. En la Fig., 1 se muestran, de izquierda a derecha, la citada imagen de Facebook y dos portadas de catálogos del visor Visoflex II y III respectivamente.

Figura 1

Esta conversión sólo era posible, para fotografía en general, a partir de 90 mm de longitud focal. Con o sin accesorios de enfoque según el modelo de objetivo, éstos podían ser utilizados en todo su rango de enfoque al tiempo que se disponía de un visor reflex de formato completo. Si la longitud focal del objetivo era menor de 90 mm o 65 mm en modelos posteriores, ello impedía que se pudieran enfocar a infinito, pero al estar el objetivo separado del cuerpo de la cámara por la caja del espejo, ésta actuaba como un tubo de extensión, permitiendo enfocar a distancias más cortas que la distancia mínima de enfoque original del objetivo en uso. El Visoflex ofrecía pues dos alternativas. La primera, disponer de un visor reflex, sin error de paralaje y de visión en formato completo con objetivos de longitud focal larga en fotografía de acción, deportes, caza fotográfica, etc. La segunda, adentrarse en la fotografía de acercamiento o la fotomacrografía a partir de objetivos estándar de longitudes focales relativamente cortas como 50 mm o 35 mm. Estos objetivos eran los que el usuario utilizaba en la Leica para fotografía general con el visor rangefinder de enfoque telemétrico.

¿Por qué este recordatorio del accesorio Visoflex de Leica? Pues porque una Leica M3, un objetivo Leitz cuyo modelo no recuerdo y un visor Visoflex III fue el primer equipo fotográfico profesional que tuve ocasión de manejar, con diecisiete o dieciocho años, entre 1965 o 1966, . Trabajando como técnico de laboratorio en el departamento de análisis de materias primas de una empresa farmacéutica, se me encargó poner a punto un sistema de reproducción fotográfica. El sistema debía poder enfocar a una distancia de unos 3040 cm en una cámara oscura iluminada con luz UV. La cámara disponía de un visor inclinado equipado con filtros de protección ocular desde el que se observaba la excitación de fluorescencia que provocaba la luz UV sobre algunas muestras de cromatografía en papel y en capa fina de gel de sílice (Thin Layer Chromatography o TLC). La misma empresa que proporcionó la cámara de luz UV recomendó la adquisición del equipo de Leica. Para tratar de entender los problemas a los que me enfrentaba, acudí al comercio fotográfico donde se adquirían los rollos de película, negativo en color Kodacolor. Allí me proporcionaron el libro Óptica Fotográfica de Arthur Cox, editado en Español por editorial Omega, a partir del que resolví no pocas dudas acerca del rango y distancias de enfoque a las que podía trabajar con el conjunto antes mencionado. Unos años más tarde, adquirí un ejemplar del “Cox” que todavía conservo y aunque dispongo de otros sobre óptica fotográfica, sigue siendo un buen texto con el que aproximarse al tema (Fig., 2).

Figura 2

Otra cuestión a resolver era la correcta exposición de la película en color. Como ya es sabido, la Leica M3 sólo disponía de exposímetro como un accesorio externo que se montaba en la zapata superior del cuerpo de la cámara. Este exposímetro medía la luz reflejada por la escena o sujeto y proporcionaba información acerca de la exposición correcta en función de la sensibilidad de la película en uso. Pero este accesorio no podía ser utilizado para medir en la cámara UV y a través del objetivo (TTL). Se impuso pues disparar un carrete de 36 fotogramas con exposición secuencial y mandarlo a revelar a uno de los pocos laboratorios de negativo color que había entonces en Barcelona. El segundo problema consistió en conseguir que el laboratorio estuviera dispuesto a hacer unas pruebas de copiado del negativo manuales para evitar los automatismos de la máquina de copiado en papel positivo color con el proceso C41. Un par de meses después se consiguieron por fin unas imágenes correctas de unas muestras de ácido uridin tri-fosfórico (UTP), obtenidas por separación mediante cromatografía en papel.

El caso es que todo este proceso despertó mi interés por la fotografía practicada como algo más allá de lo que había hecho hasta el momento y que no era más que disparar fotos en BN durante nuestras excursiones a la montaña con un cámara de 35 mm de Minolta, la Minoltina P. Aunque todavía pasaron unos años hasta que abandoné mi trabajo en la industria farmacéutica para dedicarme a la fotografía profesional y posteriormente a la docencia en la UPC, nunca sabremos si mi trayectoria vital en la Fotografía se hubiese desarrollado sin este trabajo inicial con la Leica M3 equipada con el visor Visoflex III. La vida da muchas vueltas y por fortuna, algunas merecen ser recordadas.

Leave a comment