Una de las cosas que creo haber aprendido durante mi etapa como fotógrafo profesional es la necesidad de disponer de recursos para hacer frente a situaciones imprevistas. Cuando se trabaja en localización, es decir, fuera del estudio, uno debe elegir cuidadosamente el equipo que desplaza para no encontrarse con la sorpresa de que una determinada dificultad no puede resolverse por falta de tal o cual accesorio.
En mi actual actividad como fotógrafo de paisaje, el equipo que suelo acarrear en la mochila es el fruto de unos cuantos años de errores y replanteamientos en relación con el necesario equilibrio entre compacidad, mínimo peso y prestaciones suficientes como para no renunciar a la máxima expectativa de calidad de las cámaras de que dispongo. En este sentido creo haber conseguido un buen compromiso. El conjunto se compone de uno o dos cuerpos de cámara, cuatro objetivos de longitud focal fija de 24mm, 35mm, 55mm y 135mm, además de un duplicador de focal, trípode y diversos accesorios; el 55mm es un modelo optimizado para fotografía de acercamiento.
Donde no siempre he conseguido acertar en la elección es en los viajes. No soy muy viajero y no he viajado nunca para hacer fotografías sino que he tomado fotografías durante los viajes, generalmente relacionados con mi actividad docente o investigadora. Dado que las imágenes que suelo tomar se sitúan para mi en el mismo rango que las que tomo en paisaje, el nivel de exigencia es el mismo y por lo tanto, el equipo que desearía llevar es el mismo. No obstante, el carácter secundario y ocasional que la fotografía toma en estas ocasiones me obliga a reducir drásticamente el equipo, dado que éste me acompañará siempre durante el viaje.
En los últimos años de la toma de fotografías sobre película, en mi caso definitivamente 2002, mi equipo estrella durante los viajes fué un Hasselblad X-Pan con el objetivo estándar de 45mm. Con este objetivo y la posibilidad de disparar en formato universal de 24x36mm o alternativamente, en formato panorámico de 24x65mm, las posibilidades eran las suficientes como para no echar en falta nada más. En la mayoría de formatos en los que he trabajado y al margen de los encargos comerciales, la mayoría de mis imágenes están tomadas con objetivos de longitud focal corta en relación al formato: 24 o 35mm en paso universal, 50mm en formato 6x6cm y 90 0 120mm en placa de 9x12cm. Ocasionalmente, algún detalle con ópticas de acercamiento y muy ocasionalmente, alguna imagen con longitudes focales largas.
En la actualidad, disparando exclusivamente en soporte de registro electrónico, utilizo como cámara de viaje un cuerpo de Nikon D70 equipado con un objetivo zoom 18-70mm. Con el sensor DX de 15,5×23,7mm de la D70, la longitud focal de 18mm toma un campo visual equivalente al que tomaría un 27mm en formato universal de 24x36mm mientras que el 70mm equivale al uso de un 105mm en el mismo formato. Omito aquí hablar de “factores de conversión de la focal” porque un objetivo de 18mm de longitud focal no se “convierte” en nada diferente por el mero hecho de estar montado en un cuerpo de cámara con un determinado tamaño de sensor. Lo único que varía es el campo visual al que estamos acostumbrados con esta longitud focal y el formato universal que ha sido referencia durante casi un siglo.
Con este equipo, un sensor de 6millones de fotorreceptores, la gama de longitudes focales del zoom y su razonable calidad sobre todo a las longitudes focales más cortas, no necesito renunciar a prácticamente ninguna imagen, asumiendo las posibilidades limitadas de ampliación sin interpolar. Lo único que echo en falta es un buen trípode en el que fijar la cámara. Con un pasado a caballo entre el trabajo profesional en el estudio y la fotografía de paisaje en placas de 9x12cm, el uso del trípode no sólo no es un inconveniente para mi, sino que se ha convertido en un hábito.
Es por ello que desde hace ya muchos años en la bolsa viaja siempre un pequeño trípode plegable que permite fijar la cámara con una cierta seguridad en aquellas tomas en las que la luz o la profundidad de campo necesaria exigen un tiempo de exposición largo. En las siguientes imágenes se muestra el mencionado trípode (…y también el desgaste de los años).
La configuración de las patas y la posibilidad de nivelar y girar la cámara en el pequeño cabezal permiten posicionarla tanto a ras de suelo como en el capó de un coche, sobre un banco, en una barandilla o incluso, apoyándolo con fuerza, contra una pared vertical. Este accesorio me ha sacado de no pocos apuros y ha dado lugar a algunas imágenes que, sin él, no hubiesen sido posibles.
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