Las imágenes de origen foto-químico presentaron siempre oportunidades de adecuar el aspecto de la versión final a las necesidades de aplicación o las preferencias del autor. Así podía decidirse entre captar la imagen en negativo o diapositiva tanto en blanco y negro como en color. Por lo que respecta a las copias sobre papel elaboradas a partir de los negativos o diapositivas, las oportunidades eran diversas y variadas, desde la copia en blanco y negro directa a la copia en color de proceso cruzado, pasando por la elección del contraste del papel en blanco y negro o en color y las modificaciones del color mediante el filtrado en la ampliadora. Cualquiera que fuese la decisión al respecto, comportaba dos características básicas:
- La decisión sobre el tipo de película con la que se tomaba la imagen condicionaba en gran medida las posibilidades posteriores de versionar la imagen.
- Las decisiones sobre el tipo de copia final se podían reconsiderar pero, en cualquier caso, se trataba de procesos complejos y a menudo manuales que no facilitaban el cambio de opinión una vez decantados por una versión.
Por el contrario, el carácter discreto de las imágenes digitales y el hecho de que su información tanto espacial como lumínica se almacene como un código numérico, permite infinitas posibilidades de modificación de dichos valores que pueden traducirse en otras tantas versiones de la misma imagen original. Todo ello con disponer tan solo de un ordenador, del programa adecuado y sin perder los datos de la versión original. Buenas noticias pues por lo que respecta a dar a cada imagen el aspecto que el autor cree que mejor se adapta a su contenido, a su aplicación o a la percepción que se quiere que el observador tenga sobre la misma.
Como siempre, las buenas noticias tienen su lado no tan bueno. Como las posibilidades son literalmente infinitas, hay que escoger y tomar decisiones. Eso, que puede ser interpretado por muchos como la oportunidad de dar a sus imágenes la impronta personal que las distinga del conjunto, es en realidad una carga de la que los diseñadores/comerciantes de software nos pretenden liberar. Pensar siempre ha exigido un esfuerzo y ahí están ellos para procurarnos el descanso, no sea que nos acostumbremos y acabemos pensando demasiado. Así no hay prácticamente ningún programa de edición de imágenes que no ofrezca una paleta de efectos con los que versionar la imagen.



En las Figuras 1, 2 y 3 se muestran una imagen tomada con la cámara del iPhone4s (Figura 1) y las posibilidades de modificación ofrecidas por defecto en los programas de edición de imágenes Camera+ para iPhone4-4s (Figura 2) y iPhoto de Apple (Figura 3). El aluvión de posibilidades no se limita a los programas de edición de imagen de dispositivos relativamente sencillos como los de los teléfonos móviles, sino que se extiende también a los programas de edición avanzada o profesional.


En las Figuras 4 y 5, se muestran ejemplos de oferta de versionado de imagen en los programas Photomatix Pro y Photoshop CS4, respectivamente. En algunos casos, esta ingente oferta de versiones de una misma imagen se califica de “opciones de personalización”. En mi opinión, algo que todos los usuarios que utilicen el programa pueden aplicar a su imagen con sólo hacer click sobre una opción de menú, puede tener todas las virtudes que le queramos reconocer, pero no puede calificarse de personalización. A decir verdad, se trata de la despersonalización de las imágenes.
Así podemos observar como proliferan por todas partes imágenes con una impronta específica, véase algunas versiones de Instagram por ejemplo, que no contribuyen, en mi opinión, a resaltar el contenido. Una de las primeras reacciones del observador avezado es “…ah, mira!, …una Instagram” o también el consabido “…ah, mira!, …una HDR”. En el justo momento en que se ha pronunciado la fatídica frase, ha dejado de prestarse atención a la imagen y su contenido.
Como una buena parte de lo que escribo, se trata sólo de una opinión y por lo tanto no pretende ni sentar cátedra ni cuestionar otras opiniones, pero si nos pasamos el día quejándonos de lo difícil que es competir en un mercado en el que se entremezclan los profesionales y los aficionados avanzados con los no tan avanzados y prácticamente todo aquel que tenga una cámara, ello implica literalmente millones de imágenes compitiendo con la nuestra. Si hemos de sucumbir, que sea al menos con dignidad. Si una imagen nuestra no gusta, que no sea porque se puede decir “…ah, mira!, …el filtro Espátula de Photoshop”, por poner un ejemplo.
Ello no quiere decir que debemos renunciar a las posibilidades que nos ofrece el procesado de las imágenes digitales. Al contrario, si aprendemos a procesar imágenes con Photoshop o el programa que nos apetezca en lugar de dedicarnos a aprender los trucos de Photoshop o del programa de turno, podemos extraer de nuestras imágenes todo el potencial que nuestra creatividad les haya conferido. Si no llegamos a la meta deseada, una de dos, o nos falta aprendizaje, que es lo más probable, o nos falta creatividad.
A continuación mostraré un ejemplo de lo que intento explicar. Se trata de una misma imagen original en color versionada en blanco y negro, blanco y negro virado a un tono impreciso que me recuerda el viraje foto-químico al Selenio y una tercera opción que yo llamo BD por bande dessinée, que es como se denomina en francés a los ábumes de ilustración o comics. Autores de los años ochenta como Caza, Bilal o Moebius, entre otros, utilizaban la base fotográfica para sus viñetas y solían reseguir los contornos con trazos negros ilustrando el contenido entre trazos con acuarela o pastel en color.





En ninguna de las versiones se ha utilizado ningún filtro o efecto pre-determinado. Todos los efectos se han modulado mediante el uso de diversas capas, máscaras de capa y capas de ajuste en Adobe Photoshop, aunque lo mismo podría haberse conseguido con otros programas. En mi caso y dado que suelo utilizar alguna de estas versiones para algunas de mis imágenes, el procedimiento en Adobe Photoshop está perfectamente definido y automatizado en aquéllos aspectos que lo permiten. Aún así, incluso en casos como la versión BD, que he utilizado con frecuencia, parto de un procedimiento de base que personalizo para cada imagen en particular. El contenido, el color y mis preferencias personales acaban decidiendo en cada caso hasta donde se lleva la transformación. En la página About de este blog se muestran dos ejemplos más de este procedimiento acompañando los textos en inglés y castellano respectivamente.